sábado, 29 de enero de 2011

Resultados de las votaciones

He de aclarar que no todos los participantes del concurso han votado, ya haya sido por falta de tiempo o despiste, pero el límite para votar ha terminado así que los resultados oficiales son los siguientes:

1er puesto con un total de 10 puntos: "Silencio". Autora: Blonda Solteria Anunciada.

2º puesto con un total de 8 puntos: "Azar". Autora: Johana Hernández.

3er puesto: en este lugar ha habido un empate, con un total de 6 puntos cada uno de los siguientes aportes: "Ruinas". Autora: Adriana Arce y "Sin título". Autor: Fernando Quisquinay.

Gracias a todos y cada uno de vosotr@s por vuestra participación y colaboración en el concurso. Os estoy superagradecida por haber tenido las ganas y la valentía de haber participado. Abrazos.

martes, 25 de enero de 2011

Sin título

Dejar de lado esa pequeña soledad,
Maldecir cada momento en que escribí su nombre,
Mezclar fábulas ajenas y propias para escribir un verso
Navegar ente luces y sombras nacidas de mi propia mente,
Dejar de lado esa pequeña soledad…
Arrebatarle al susurro del odio, una ráfaga de ternura
Pisotear las huellas de pasos que di una y otra vez en el mismo sitio
Ir, llegar, partir
Dejar de maldecir su nombre…
Su nombre…
Dejar de maldecir mi nombre,
Alejarme de la aburrida incertidumbre de lo que soy
Para inventarte de nuevo
Con otro nombre
Con otros sueños
Con otras voces
Entre las sombras de este jardín solitario, bailar hasta descubrir tu forma
Hasta sentir tu ritmo, hasta palpar tu sonido
Entre luces y sombras, nacidas de mis vidas
Te nombro de nuevo…
Para ser
Para oir
Para ver
Para sentir
Para volver...

lunes, 24 de enero de 2011

Luces y sombras

Luces y sombras deambulan por
los adoquines de mi existencia,
maltrechos los dimes y diretes
de los versos más complejos.

Luces y sombras espectaculares
danzan al compás del consenso
entre mis dedos calcinados por
las idas y venidas contrariadas.

Luces y sombras pelean entre sí
para ganar la eterna batalla,
equilibrista empedernido,
mediador de causas perdidas.

Luces y sombras en el despertar
acariciando mis ganas de volar,
perpetuidad a golpe de esperanza,
desterrando la eterna ingenuidad.

Luces y sombras dibujan el suelo
de mis constantes vitales, equilibrio
pretendido o simplemente la utopía
de quien se piensa dueño de ello.

Ruinas


Las luces y las sombras
se mezclan en la manta
y en mis piernas
un temblor que amanece
al escuchar la puerta
que se cierra.
Humano
y tan divino
tu rostro que se pierde
entre mis venas.
Latiendo entre retazos
de puñales que rompen hojas secas
surgen tus pasos limpios
sobre el reseco asfalto que no tiembla.

tras el eco desnudo
de la imagen que miro,
te reflejas.

apenas me despierto
y ya quiero dormir,
por si regresas.
o tal vez por sentirme
más viva si en tu sueño
me escondieras...

domingo, 23 de enero de 2011

Silencio


Tres pestañeos, media sonrisa incómoda.
Un roce de manos al descuido, un café enfriándose delante de tus ojos, un encuentro imprevisto.
Hablaste poco. Callaste más.
Yo te conté quién era sin excesos por temor a que te fueras cuando acababa de hallarte.
Me miraste como si entendieras el pasado oculto en mis pupilas y me regalaste un gesto imperceptible que fue como una caricia capaz de sanar.
Me sonrojé.
Ahogaste la risa en la garganta para no incomodarme haciéndote cómplice de mi vergüenza adolescente.
Volviste a mirarme como si quisieras decirme algo.
Nada salió de tu boca y yo llené el espacio vacío con azúcar y una cuchara moviéndose en círculos en el pocillo de café.
Hubo quietud y voces sin sonido merodeando entre los dos.
Destellos de deseo. Señales de amor.
Cayó la noche sobre el mantel. Luces y sombras cubrieron el contorno de tu cuerpo inclinado sobre la mesa del bar y el reflejo de una luna incipiente me atravesó el espíritu y las ganas.
Pude decirte algo. Quise hacerlo.
Pudiste decirme algo. No supe si querías hacerlo.
Como si ese encuentro nunca hubiera existido, te atreviste a decirme adiós.
Doblamos nuestras almas solitarias en la esquina.
Y todo fue silencio.

Restos



Se conocieron en un mundo protegido
donde sólo ellos tenían acceso.
Un mundo libre de ruinas, de ruidos en llamas,
de sombras zombies, de miedos parlantes
de aullidos carnívoros, de estatuas.

Fraguaron su historia sobre nidos de arcoiris
al calor de sus hogueras
entre el placer de sus ganas.

Tuvieron un amor incivilizado
espléndido, enérgico,
guerrero.

Libres de vergüenzas,
volaban.

Y caían.

Y en sus caídas,
una bandada de buitres los visitaban
ansiosos de devorar los restos de carnaza
que ellos mismos desprendían.

Efímeros,
se dejaron llevar por la nada.

Automáticos,
se convirtieron en los enjendros
que tanto odiaban.
En ojos vacíos
en sonrisas muertas.

Entre plumas marchitas,
entre luces y sombras,
su fiel testigo-sol
se volvió un nómada

y sólo sobrevivió un espejo
de rostros desdibujados
de esperanzas ahogadas
en la senda de un camino hueco
donde antes habitaban
sonidos de luz,
murmullos de luna,
clamor de viento,
sonar de alas.

Azar


“Usted, no me vuelva a dirigir la palabra”  gritaba con su voz de niña. Él, tomándola de los brazos la sacaba bruscamente del vehículo. Entre sus quejas se escuchaba “yo soy una niña” y unos ojos marrones dibujaban su cara pequeña, dócil, quizás dulce y delicada de la vejez, de la vejez de su inocencia que reclamaba su derecho a estar, a vivir, a cantar, a hablar. Estrella solo quería un par de monedas. 

La voz de aquella niña parecía no pertenecer a ese mundo, a la calle donde ahora el pegamento la consuela.  Quizá Estrella tuvo una casa caliente, una madre amorosa, ropa nueva en navidad. Quizá estrella perdió su familia, o se enojó algún día, quizá se perdió sin encontrar el camino de regreso.  Y ahora estaba allí, frente a mí, en un juego del azar, suplicando un espacio para hablar, para cantar, para ser de nuevo en la pequeña conferencia.

El chofer, preocupado por el bien de sus pasajeros, imponía todas sus fuerzas y la empujaba hacia su hogar, aquella calle céntrica. Quién sabe dónde ella perdió enredadas en algún rincón su humanidad, sus derechos y su necesidad de clemencia.

¿Acaso alguien escribió para Estrella el drama dibujado en su sonrisa y en su lenguaje limpio bajo la mugre y la miseria? La miseria del mundo en sus ojos, como si vivir fuera un juego del que se va deslizando entre los dedos de algún dios; entre luces y sombras, un pasar, sin objetivo, sin camino, en el que el alma de una niña buena se va yendo por la puerta de aquel bus, sin canción, sin escucha, sin monedas.

Mientras  tanto, yo continúo en el asiento y veo por el espejo mi ciudad tan fría y negra. Espero, solo espero  con paciencia, la llegada del minuto en que sea mi alma la que vuela.